La versión de Trump surge de una versión más reciente de la narrativa de la Causa Perdida, una que ha existido al menos desde la primera campaña presidencial de George Wallace en la década de 1960. Uno en el que una sensación de desplazamiento y desposesión es impulsada por una ventaja cultural perdida.
David Goldfield, historiador de la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte y autor de “Still Fighting the Civil War: The American South and Southern History”, me dijo que muchos de los partidarios de Trump sienten que han perdido algo similar a lo que los sureños blancos Sintieron que habían perdido después de la Guerra Civil: “Ya no eran relevantes. Ya no fueron escuchados. Y además de eso, había muchas otras voces que estaban en juego en público que no estaban allí antes”.
El historiador de Yale, David Blight, ganador del premio Pulitzer y que ha escrito sobre varios ocasiones sobre La causa perdida de Trump, me dijo que la versión de Trump tiene todos los elementos necesarios: una historia de pérdidas, culpables, villanos ya preparados y “una enorme narrativa de agravios”.
Como explicó Blight, Trump “se alimenta de esta historia imaginada de lo que podría haber sido, debería haber sido, podría haber sido y una vez más puede recuperarse; la gloria se puede recuperar”.
Y Trump invoca su Causa Perdida en combinación con otra narración falsa, una de felicidad y unidad sin precedentes, en la que toda la gloria le pertenece. Como le dijo a una multitud en Mar-a-Lago el Súper Martes: “Afroamericanos, asiáticoamericanos, hispanoamericanos, mujeres, hombres, personas con diplomas de las mejores escuelas del mundo y personas que no se graduaron de la escuela secundaria, A cada grupo le estaba yendo mejor que nunca”. Continuó: “Nuestro país se estaba uniendo”.