Podría dejar claro que los israelíes se enfrentan a una dura elección: una guerra interminable que sólo crearía más militantes similares a Hamás y volvería a más estadounidenses contra Israel, o el plan «después de Gaza» propuesto por estadounidenses y árabes, que incluye financiación internacional. para la rehabilitación de Gaza y la paz con Arabia Saudita.
Aunque los israelíes tal vez no estén de humor para contemplar un Estado palestino, y puede que se desconozca la profundidad de su furia contra Hamas, Biden se ha ganado una considerable confianza de ellos a través de sus décadas de apoyo incondicional.
Hablar directamente con los israelíes puede resultar más fructífero que hablar con Netanyahu, quien se ha distanciado de la administración Biden y se ha convertido en un obstáculo para cualquier tipo de paz duradera. Por el contrario, sus aliados de extrema derecha están empeorando las tensiones con los palestinos. Por ejemplo, Itamar Ben-Gvir, un extremista que se desempeña como ministro de seguridad nacional, ha límites severos propuestos sobre los fieles palestinos y árabes israelíes en la mezquita de Aqsa durante el Ramadán. Esas restricciones, en un lugar que los israelíes llaman el Monte del Templo, sin duda avivarían más ira y violencia cuando comience el Ramadán a principios de marzo.
Hay mucho más que el presidente Biden y su administración podrían hacer, incluso continuar el esfuerzo diplomático hacia un alto el fuego humanitario que aliviaría el sufrimiento de los civiles palestinos y permitiría que los rehenes restantes regresaran con sus familias. También podría hacer más para demostrar el compromiso de Estados Unidos con la solución de dos Estados, el único camino hacia una paz duradera, proponiendo una resolución en el Consejo de Seguridad a tal efecto. El apoyo árabe y un voto unánime, sostiene Indyk, serían difíciles de resistir para Israel o los palestinos.
Por supuesto, nada de esto puede ser suficiente para acallar la protesta mundial por el costo de la guerra para los palestinos, o para silenciar las feroces críticas a Biden por parte de la izquierda estadounidense. Al mismo tiempo, cualquier medida para presionar a Israel también conlleva riesgos políticos. Este es un momento en el que no hay buenas opciones políticas para Biden; por eso es un momento en el que el liderazgo es indispensable. Permitir que este conflicto continúe sin control ya no es aceptable, y sólo Estados Unidos tiene el poder y la influencia para hacer lo que debe hacerse.
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