Les platico:
Oriundo de Venezuela y nacionalizado español, Rennier Piñero conoce bien el fondo de esta obra que dirige para la Facultad de Artes Escénicas de la UANL.
Se trata de una trepidante puesta en escena escrita por Ignacio García May y basada en un experimento pedagógico del profesor de historia, Ron Jones, en 1967, en una institución pública de Palo Alto, California.
Siete estudiantes asisten a un desafiante curso intensivo de historia para analizar hechos ocurridos en el siglo XX.
La experimentación de Jones termina por extraviar al maestro y a los alumnos en medio de conceptos e ideas que dieron origen al surgimiento de los totalitarismos fascistas en países como Italia -primero- y Alemania, después.
España no se salva de esta Ola, merced al régimen totalitario y represor del “generalísimo” Francisco Franco.
En el año 2008 fue estrenada una película basada en esta obra y de ahí extraigo el siguiente episodio, que resulta crucial para darle contexto a la representación que fue estrenada anoche en el Teatro Espacio “Rogelio Villarreal Elizondo”, de la Facultad de Artes Escénicas UANL en Mederos. Estará en cartelera hasta el próximo 15 de septiembre, fecha emblemática para lo que en seguida les voy a platicar. ¿Arre? ¡Arre!
El Holocausto
A la mitad de la película, cuando el profesor habla del nazismo y el Holocausto, uno de sus alumnos pregunta en voz alta ¿cómo fue posible la existencia de los campos de exterminio sin la connivencia del pueblo alemán?
Con la ufanía que da la ignorancia y la memoria de corto plazo, el estudiante -criado en EEUU- desafía al profesor al decir que nadie en el mundo se traga la historia de que solo los nazis sabían de la muerte de seis millones de judíos en los campos de concentración.
El profesor ataja el cuestionamiento del alumno al argüir que lo importante no es si los alemanes sabían lo que ocurría en esos campos, sino más bien ¿qué creían y pensaban acerca de esos hechos?
La ideología nazi fue inoculada en el imaginario del pueblo alemán a través de una sola palabra que lo resume todo: Totalitarismo.
Obra vertiginosa y angustiantemente creíble:
– Chavos que hacen deporte y fuman en los baños.
– Que se besan, manosean y cogen en los rincones más oscuros del instituto.
– Que se empujan como los machos de manada para medir sus fuerzas.
– Que se sientan sobre los pupitres y tutean irrespetuosamente al profesor.
– Jóvenes indolentes, despreocupados, aburguesados, híperlactantes, vulgo, mamones.
La pauta del guion original dicta que el director debe exagerar estas actitudes del alumnado para darle marco a la transformación que está a punto de detonar en el salón de clase.
Una mañana, el profesor Jones llega con actitud castrense, propia de un militar de alto rango.
Ordena a los alumnos una postura erguida, pecho salido, barbilla alzada, manos cruzadas en la espalda. “Jóvenes, se acabó el tuteo”, les dice sin palabras, solo con gestos.
A partir de ese momento deberán referirse a él como “señor Jones, señor”, como ocurre en los ámbitos marciales.
Los alumnos se sacan de onda. Están confundidos con el cambio de señal.
Se muestran dubitativos; no saben si acatar las nuevas órdenes o seguir madreándose al profesor.
Creen que es una broma… pero no lo es.
Ron Jones lo tiene todo bien calculado.
El nuevo régimen no será impuesto; llegará por la adhesión inquebrantable y leal de sus miembros.
Para consumar esto, el profesor construye un discurso basado en tres conceptos:
– Disciplina.
– Lealtad.
– Obediencia.
(¿Les resulta conocida esta estrategia? ¿Acaso no es la empleada por López Obrador desde que asumió el poder en el año 2018? ¿Acaso no es la misma que usó Hugo Chávez en Venezuela? Y Daniel Ortega en Nicaragua. Y Videla en Argentina.
El dictador -perdón- el profesor Jones, asigna a cada alumno roles diferentes, de acuerdo a sus cualidades, no a sus capacidades.
Y mientras tanto el público…
Hundido en sus butacas, atónito a la metamorfosis de aquellos estúpidos alumnos.
El público y el mismo Jones se sorprenden de la eficacia del plan.
Hace semanas que los alumnos no cuestionan las órdenes de su profesor.
Jones infunde temor -no tanto respeto- y los alumnos se vuelven cada vez más sumisos.
Ya se les olvidó a todos que era solo un experimento en la clase.
El mismo Jones se siente muy orgulloso de sus habilidades pedagógicas.
Pero algo comienza a ir mal:
El grupo se organiza y desafía las consignas del profesor.
Jones se aterra cuando ve que uno de los alumnos se ha convertido en su sombra. (Amables lectores, recuerden aquí, por favor, el rol actual de Claudia Sheinbaum ante AMLO. ¿A poco no semeja a ser la sombra del caudillo que ya se va?).
El alumno sombra le dice a Jones que han decidido ponerle escolta por temor a que alguien pueda atacarlo.
“Pero ¿quién va a querer hacerme daño?”, le responde ufano el profesor. (Otra vez; recuerden en este pasaje a AMLO diciendo que él no necesita guardias de seguridad, porque el pueblo bueno lo cuida).
Sin darse cuenta, el grupo ha cobrado vida propia para enfrentarse al totalitarismo de su profesor.
Los estudiantes crean la ficción del enemigo externo y cierran filas para mostrarse más unidos que nunca ante el dictador/profesor.
Jones comienza a vislumbrar un final dramático. La obra, también…
El poder didáctico del teatro es demoledor, pero hay que saber hacerlo.
Y Rennier Piñero lo sabe hacer muy bien.
Es imperceptiblemente delgada la línea que separa al histrionismo de la verosimilitud.
Se requiere pulso de neurocirujano para lograr que la puesta en escena subyugue, sacuda al público y éste salga de la sala en silencio, rumiando para su interior, la historia que acaba de presenciar.
Cajón de Sartre:
– “La Ola” está ambientada en 1967, pero es bien fácil darse cuenta de la gran actualidad que tiene, por los momentos que México atraviesa. No se la pierdan.
– Mañana, cambio completo de programa, sin faltar el Incomparable Iván, no sin antes recordarles que Samuel García y Miguel Treviño de Hoyos siguen sin dar la cara para responderles a los miles de fans de Los Jonas Brothers, por las horas de terror que vivió uno de sus técnicos en San Pedro Garza García.