Comerse los mocos, un hábito conocido como mucofagia, es una conducta que genera curiosidad y repulsión a partes iguales. A pesar de ser común en niños pequeños y en algunos adultos, pocas personas se detienen a reflexionar sobre por qué ocurre y qué lo motiva. A continuación, exploraremos las razones detrás de este comportamiento desde un enfoque científico y psicológico.
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1. Un mecanismo de autolimpieza: El moco es una secreción producida por las membranas nasales que actúa como una barrera protectora frente a partículas dañinas, polvo y microorganismos. Cuando respiramos, estas partículas quedan atrapadas en el moco, que eventualmente se seca formando los conocidos “mocos”. Comerse los mocos, según algunos estudios, podría ser una manera primitiva de eliminar estas partículas de manera eficiente, aunque poco higiénica.
2. Refuerzo positivo inconsciente: Desde la psicología, se sugiere que algunas personas desarrollan el hábito de comerse los mocos porque experimentan una forma de satisfacción o refuerzo positivo. En la infancia, los niños exploran su entorno de manera física, usando la boca como herramienta de descubrimiento. Este comportamiento puede extenderse más allá de la niñez si no se corrige, generando un hábito repetitivo que calma la ansiedad o el aburrimiento en adultos.
3. Teoría de la inmunidad: Una hipótesis planteada por algunos científicos, aunque no ampliamente aceptada, sostiene que comerse los mocos podría ayudar a reforzar el sistema inmunológico. Según esta teoría, al ingerir pequeñas cantidades de bacterias y virus atrapados en el moco, el cuerpo podría desarrollar defensas, fortaleciendo su respuesta inmunitaria. Sin embargo, es importante destacar que esta teoría no tiene un respaldo científico sólido y la mayoría de los expertos desaconsejan este comportamiento debido al riesgo de infecciones.
4. Hábito relacionado con el estrés: Comerse los mocos también puede estar relacionado con la gestión del estrés o la ansiedad. Al igual que morderse las uñas o tocarse el cabello, la mucofagia puede ser una respuesta automática ante situaciones de tensión. Este tipo de comportamientos repetitivos, conocidos como “hábitos nerviosos”, suelen ser difíciles de abandonar sin intervención consciente.
Aunque comerse los mocos puede parecer un hábito inofensivo, es importante recordar que no es higiénico y puede aumentar el riesgo de infecciones. Si bien existen varias teorías sobre por qué las personas lo hacen, desde la psicología hasta la biología, lo más recomendable es educar sobre la higiene adecuada desde temprana edad para evitar que este comportamiento se arraigue en la adultez.