Es bastante fácil ver cómo esta visión podría atraer a personas como Andreessen y Thiel. ¿Pero cómo vendieron a tanta gente? Pretendiendo que, a pesar de toda su riqueza e influencia, no son las verdaderas élites.
Cuando Andreessen dice que nos están mintiendo a “nosotros”, se incluye a sí mismo, y cuando nombra a los mentirosos, son aquellos en “la torre de marfil, la cosmovisión de experto sabelotodo y acreditado”, que están “desconectados de el mundo real, delirante, no elegido e irresponsable: jugando a ser Dios con las vidas de todos los demás, con total aislamiento de las consecuencias”.
Su descripción de los académicos, por supuesto, se parece mucho a… bueno, a los señores de la tecnología, que a menudo están aislados de las consecuencias de sus invenciones en el mundo real, que incluyen, entre otras, la promoción de la desinformación, la facilitación del fraude y la habilitación de regímenes genocidas.
Es un viejo truco y bueno. Cuando Donald Trump, un multimillonario neoyorquino educado en Ivy, se posiciona en contra de las elites estadounidenses, con su educación sofisticada y sus palacios costeros, sus partidarios pasan por alto el hecho de que él encarna aquello a lo que dice oponerse. “Se nos dice que la tecnología nos quita nuestros empleos”, escribe Andreessen, “reduce nuestros salarios, aumenta la desigualdad, amenaza nuestra salud, arruina el medio ambiente, degrada nuestra sociedad, corrompe a nuestros niños, perjudica nuestra humanidad, amenaza nuestro futuro y es siempre a punto de arruinarlo todo”. ¿Quién lo cuenta aquí y a quién se lo cuenta? No es la tecnología (un término tan amplio que abarca casi todo) lo que está reduciendo los salarios y aumentando la desigualdad: son los ultrarricos, personas como Andreessen.
Es importante no dejarse engañar por esta desviación, o por lo que hace Elon Musk cuando publica memes infantiles para X para demostrar que está criticando al establishment al que en realidad pertenece. El argumento a favor de la aceleración total del desarrollo tecnológico no tiene que ver con el optimismo, excepto en el sentido de que los Andreessen, los Thiels y los Musk están seguros de que tendrán éxito. Es pesimismo sobre la democracia y, en última instancia, sobre la humanidad.