EAGLE PASS- En el centro de una feroz batalla jurídica acerca del control migratorio se encuentra un parque urbano situado a lo largo de la frontera de Eagle Pass, Texas.
En enero, el gobernador Greg Abbott mandó a los soldados de la Guardia Nacional a tomar el control del Parque Shelby para interceptar a los migrantes que cruzan desde México por el río Bravo. Ahora, en un lugar donde los residentes se reúnen con frecuencia para hacer días de campo y jugar, hay vehículos Humvee que vigilan las rejas improvisadas. Por todas partes hay espirales de alambre de púas y gente vestida de camuflaje patrullando el perímetro.
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Sin embargo, hay unas personas que siguen teniendo la libertad de siempre para entrar al Parque Shelby sin que les hagan preguntas: los golfistas.
El campo de golf municipal de Eagle Pass, ubicado en una ladera que desciende hacia el río, ha seguido recibiendo a los jugadores aun cuando sus alrededores parecen cada vez más una zona de conflicto urbano. Cualquiera puede jugar los nueve hoyos por una cuota de fin de semana de 20 dólares que incluye el equipo.
El hecho de que siga funcionando es uno de los marcados contrastes de la vida en esta pequeña zona fronteriza donde migrantes desesperados se entregan a la Patrulla Fronteriza en los frondosos huertos de nogales pecaneros y los oficiales de la policía de Texas, atorados en un tenso punto muerto con el gobierno federal, también se cuidan de no dañar los greens del campo de golf.
Al llegar al campo, de inmediato se ve que hay algo diferente aquí. Los carritos de golf están alineados junto a una valla negra muy alta que está a ambos lados de la tienda de golf. Esta estructura fue construida por el gobierno federal hace más de una década, mucho antes de las recientes oleadas de migrantes, con el propósito de ayudar a mantener la seguridad en la frontera estadounidense.
Desde el primer hoyo, se despliega un panorama estratificado. En el lado mexicano, en Piedras Negras, se ven murales pintados que se levantan cerca de la orilla del río. En el lado estadounidense, hay un muro de contenedores oxidados rematados con alambre de púas a lo largo del río. En los últimos dos años, Texas ha puesto cada vez más contenedores ahí como parte del programa de seguridad fronteriza de Abbott conocido como Operación Estrella Solitaria.
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El riesgo de una bala perdida aumenta conforme el campo desciende hacia la orilla del río, donde los efectivos de la Guardia Nacional están más activos.
Dos de los hoyos van de sur a norte a lo largo del río, donde los altos juncos que se alzaban por la orilla del río y que solían ofrecer un buen escondite para los migrantes ilegales han sido cortados y remplazados por contenedores.
El tercer hoyo se ubica cerca de las columnas de uno de los dos puentes internacionales que conectan Eagle Pass con México. Hasta hace poco, el área sombreada debajo del puente había sido utilizada por los agentes de la Patrulla Fronteriza como base de operaciones para detener y procesar a una gran cantidad de migrantes.
Pero eso cambió después de que Texas tomó el Parque Shelby y le prohibió usarlo a la Patrulla Fronteriza con la excusa de que los agentes federales estaban ayudando a cruzar a los migrantes cortando el alambre de púas del estado. Actualmente, Texas y el gobierno federal tienen una disputa judicial por esto y por el tema mucho más amplio y trascendental de quién tiene la autoridad definitiva sobre la frontera.
No obstante, incluso en diciembre, cuando miles de personas al día cruzaban en Eagle Pass, el campo de golf seguía abierto. En un video muy difundido que se publicó en TikTok ese mes, se ve que un golfista hace un tiro y un grupo grande de migrantes que estaban debajo del puente estalla en aplausos.
El mes de enero disminuyó muchísimo la cantidad de migrantes que cruzaban por el parque. Quienes lo han hecho, han sido arrestados por la policía estatal y llevados a una cárcel de la localidad acusados de allanamiento.
Desde la calle del cuarto hoyo, de vez en cuando se podía escuchar que pasaba un barco patrulla de aguas poco profundas, con su hélice que sonaba como helicóptero. Algunos de esos barcos pertenecen al estado de Florida, mismo que está apoyando las labores de seguridad fronteriza de Texas.
Este hoyo es complicado porque para llegar al green se requiere tirar sobre un arroyo que ha sido densamente revestido con alambre de púas. Cuando el viento aumentó, una gastada chamarra azul cayó dentro del área, lejos del alambre de púas y los contenedores, con varias rasgaduras en las mangas, y su relleno blanco se esparció por el pasto.
Fernando Bonilla, de 56 años, recordó su tiro en ese hoyo el día anterior. “La única razón por la que no terminé con un mal tiro en el río Bravo fueron los contenedores”, afirmó. Comentó que hizo con el atípico obstáculo lo mismo que hace con las hojas que caen en el campo de Georgia, su estado natal. “Las reglas nos permiten quitar las hojas y no perder el tiro. Así que no se me descontó el tiro por pegarle a los contenedores”.
Otro obstáculo era un grupo de efectivos de la Guardia Nacional que estaban hablando cerca de ahí, afuera de una gran tienda de campaña color verde oliva.
“Ayer me dio miedo pegarle a la Guardia Nacional de Texas, así que tiré hacia el puente”, mencionó Bonilla. “Pero hoy dije: ‘Voy a intentarlo’, ya que de hecho está más lejos de lo que uno cree”.
Y añadió: “Esto es golf de combate”.
Más tarde ese día, cerca de ahí, Abbott sostuvo una conferencia de prensa junto con otros 13 gobernadores republicanos para criticar las políticas migratorias de Biden, no lejos del cuarto green.
La presencia de tanta infraestructura policial en el campo ha llegado a generar tensiones con la ciudad de Eagle Pass, que dirige la operación del lugar. De acuerdo con el administrador interino de la ciudad, Ivan Morua, Eagle Pass le ha cobrado al estado más de 10.000 dólares por daños ocasionados principalmente por los camiones que pasan sobre el pasto y dañan los ductos de agua.
Pero la atención que ha recibido Eagle Pass a nivel nacional debido al conflicto por la política fronteriza ha sido algo bueno para el campo de golf, comentó su gerente, Carla Rodriguez, de 23 años, quien creció en esta ciudad y jugó en el equipo de golf de su bachillerato.
“Hemos tenido muchos visitantes imprevistos. Algunos vienen a jugar y otros solo quieren ver cómo luce la frontera”. Rodriguez nos explicó que el club también tiene muchos miembros mexicanos que vienen a jugar desde Piedras Negras, por lo general los jueves, y luego se regresan.
Las autoridades de la ciudad señalaron que estaban empleando todos los ingresos adicionales para reparar los greens disparejos y algunas áreas polvorientas a lo largo de las calles del campo de golf.
“Tal vez el campo está mejor que nunca”, señaló Rodriguez.
Aun con estos nuevos obstáculos. c.2024 The New York Times Company.
Por J. David Goodman, The New York Times.