En este asunto, Irlanda es un caso atípico en Europa. en un encuesta de enero, el 71 por ciento de los encuestados en Irlanda dijeron que creían que los palestinos vivían bajo un sistema de apartheid israelí; en otra encuesta En febrero, el 79 por ciento dijo que creía que Israel estaba cometiendo genocidio. Por el contrario, no más de 27 por ciento de las personas en siete países de Europa occidental dijeron que simpatizaban más con los palestinos que con los israelíes. Aquí, en la primera colonia británica –un estatus abandonado por una guerra de independencia–, la empatía por los palestinos está profundamente arraigada y nace de una experiencia histórica compartida.
Este sentimiento ha dado lugar a una extraordinaria ola de acciones pro palestinas en Irlanda desde que comenzó la guerra. La variedad de protestas (incontables conciertos, recaudaciones de fondos y manifestaciones pidiendo un alto el fuego y el fin del bombardeo de Gaza) va mucho más allá de cualquier preocupación marginal. Las protestas en Irlanda son grandes y se extienden por todo el país, con asistentes de diversas edades, clases, etnias y afiliaciones políticas. Reúnen a sindicalistas, jugadores de fútbol gaélico, periodistas, ciudadanos comunes, jóvenes y mayores, políticos, trabajadores de la salud, personas LGBTQ y muchos más. Es un fenómeno verdaderamente nacional.
En todo el mundo, los cánticos en las manifestaciones pro-palestinas son bastante similares. Pero durante el invierno, un cántico específico se apoderó de las calles irlandesas. Aunque faltaban meses para el Día de San Patricio, los manifestantes esperaban la reunión anual en Washington entre el primer ministro irlandés, o taoiseach, y el presidente estadounidense. Cada 17 de marzo, en la Oficina Oval, el líder irlandés presenta al presidente estadounidense un plato de trébol. El cántico, tomando nota de esta tradición, fue vigorosamente simple: “No hay tréboles para Genocide Joe”.
Se hizo popular y se convirtió en el centro auditivo de las protestas en todo el país, especialmente en las manifestaciones más grandes de los sábados en el centro de la ciudad de Dublín. Fue transformado con una ligera modificación en un mural en Belfast, una ciudad donde durante mucho tiempo ondearon banderas palestinas en comunidades nacionalistas; fue pintado con spray a lo largo de las vías del tranvía en Dublín; y se apoderó de las redes sociales, donde la gente dibujaba tréboles negros en las palmas de sus manos. Tal agitación se fusionó en torno a la exigencia de que el primer ministro, Leo Varadkar, boicoteara la visita de este año a la Casa Blanca.
Junto con esa demanda, Biden se convirtió en el foco de la ira irlandesa. En las protestas fue reprendido por figuras públicas, entre ellas Bernadette Devlin McAliskey, un héroe del movimiento de derechos civiles de los años 60 en el norte de Irlanda. En la prensa, los comentaristas hacían cola para juzgar al presidente americano, incluido el aclamado novelista sally rooney, quien caracterizó el asalto a Gaza como “la guerra de Biden”. Las críticas, en ocasiones, han sido íntimas. En el condado de Louth, donde el bisabuelo del Sr. Biden James Finnegan Cuando nació, un grupo de personas se reunió en un cementerio para castigar al presidente por traicionar sus raíces.