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El Despertar > CULTURA > Leyendas Laguneras: La Cubana, la mujer que fue enterrada viva en Torreón
CULTURA

Leyendas Laguneras: La Cubana, la mujer que fue enterrada viva en Torreón

Last updated: 2024/09/28 at 5:19 PM
5 Min Read
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Una epidemia de viruela negra atacó al país allá por 1906. Fue tan espantosa que muchos de los enfermos, al ser considerados desahuciados, aún vivos fueron llevados al sepulcro debido a la inminencia de su muerte.

En aquella época existían varias cantinas y burdeles por el rumbo del mercado Alianza. En uno de ellos trabajaba una mujer muy guapa a la que apodaban la Cubana, quien era muy solicitada por los hombres. Como la muerte no hace distinción de personas, aquella bella mujer fue atacada por el azote de la viruela negra. 

Había sido admirada y solicitada por los hombres, pero entonces fue lástima y repudio lo sentido hacia ella al saberla atacada del terrible mal. La clientela sabía que la Cubana tenía su cuarto dentro del mismo burdel; por temor al contagio los varones dejaron de asistir, y la dueña del antro, viendo considerablemente disminuida la asistencia, optó por sepultar a la enferma aun cuando todavía estaba viva. Contrató a algunos hombres sin escrúpulos para fabricar un cajón que hiciera las veces de ataúd; colocaron a la Cubana, quien a pesar de su mal se resistió con las escasas fuerzas que le quedaban. Aquellos hombres desalmados cumplieron su cometido y fue sepultada estando con vida.

Este suceso no pasó inadvertido. Pronto toda la Ciudad comentaba el caso, ya que la Cubana no era ninguna desconocida —especialmente entre el sexo masculino—. Pasó el tiempo y la bruma del olvido fue borrando el recuerdo de la hermosa mujer.

Cerca del mercado Alianza había una cantina llamada La Feria; en sus afueras estaba un sitio de coches, de las ya olvidadas «calandrias». Se acercó al cochero una dama vestida de negro con el rostro cubierto por un velo del mismo color, solicitando ser llevada al Panteón Municipal. Al llegar, la misteriosa mujer preguntó por el precio del viaje. Temeroso de que algo pudiera pasarle a la dama en aquel lugar, el cochero se ofreció a esperarla para su regreso.

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—No me espere… aquí vivo—, dijo ella en respuesta al ofrecimiento del cochero, quien creyó estar escuchando una broma e insistió en esperarla, pues el lugar era peligroso.

—Aquí vivo— dijo nuevamente la mujer, que a su vez le preguntó: —¿Acaso no me conoce?

El cochero negó; además no podía verle el rostro; la dama levantó lentamente el velo negro que lo cubría, y el cochero, al verla, quedó atónito reconociendo el rostro de la Cubana. El hombre perdió el conocimiento y así permaneció durante mucho rato. Las luces de los faroles del vehículo fueron divisadas por el panteonero, que intrigado por los largos minutos de permanencia inmóvil decidió averiguar la causa del hecho. Encontró desmayado al encargado del coche, y de inmediato se aplicó a reanimarlo; cuando recobró el conocimiento, aún mostraba en su cara la expresión de terror. Con voz temblorosa le contó al panteonero lo sucedido.

El resto de la noche el cochero fue huésped del panteonero. En la mañana, viendo el sepulturero que aquel hombre no se recuperaba de la fuerte impresión, decidió llevarlo a la Presidencia Municipal, entonces ubicada por la avenida Morelos. El protagonista contó lo sucedido y mostró el billete con que aquella misteriosa mujer le había pagado.

Este acontecimiento fue conocido en toda la Ciudad y el billete quedó expuesto a la entrada de la Presidencia, lo que provocó una gran cantidad de curiosos desfilando para ver el dinero con el que había pagado el fantasma de la Cubana.

Esta leyenda fue recopilada por Efraín González Hernández, y apareció publicada en el libro Habla el Desierto, Leyendas de La Laguna, editado y publicado por El Siglo de Torreón en el año de 1997. 

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