El reto central consiste no solo en reducir el peso desproporcionado del turismo en las economías, sino también en consolidar la infraestructura público-privada de alerta temprana para dar respuesta a desastres naturales que son cada vez más frecuentes. Para alcanzarlo, resulta indispensable replantear la relación con las instituciones financieras internacionales, impulsar la adopción de tecnologías y consolidar redes de cooperación público-privadas que fortalezcan la resiliencia estructural. Como ha señalado Marian Vidaurri, los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID) son sinónimo de resiliencia. Sin embargo, mientras persistan las condiciones que las instituciones financieras internacionales imponen sobre las pequeñas economías expuestas a desastres naturales, la alta dependencia del sector turístico, y en definitiva, reducir la inequidad del impacto del cambio climático sobre países que no son los principales responsables de las emisiones de carbono en el mundo, cada shock externo seguirá traduciéndose en fuertes repercusiones fiscales y sociales para la región.,
Según datos recientes de la Organización Mundial del Turismo, el Caribe recibió hace dos años alrededor de 32 millones de visitantes internacionales, lo que representa una cifra récord tras la pandemia, pero también una señal de alerta sobre la fuerte dependencia de la región de esta industria. En este contexto, la Dra. Marian Vidaurri ha resaltado la vulnerabilidad de los estados caribeños debido a la concentración de su economía en un único sector. Cuando el turismo se interrumpe, ya sea por crisis sanitarias o desastres climáticos, las consecuencias fiscales y sociales son inmediatas y profundas.
La dependencia del turismo genera un círculo difícil de romper. Puesto que los ingresos que generan, aunque significativos, se vuelven inestables al estar sujetos a shocks externos. La economista, politóloga y doctora en Relaciones Internacionales, Marian Vidaurri, subraya que esta fragilidad se refleja en los niveles de deuda: de acuerdo con la OCDE, dos tercios de las naciones caribeñas mantienen una relación deuda-PIB por encima del 60%, un margen mayor que el de muchas economías en desarrollo.
Frente a esta realidad, los gobiernos de la región enfrentan dilemas. Necesitan recursos para diversificar sus economías, pero al mismo tiempo cargan con altos compromisos de deuda que restringen su margen de inversión. Vidaurri plantea que el acceso a financiamiento internacional en condiciones justas es un punto de partida indispensable. El problema es que los mecanismos actuales de clasificación —basados en el PIB per cápita— no reflejan la vulnerabilidad real de los pequeños estados insulares en desarrollo. La desconexión entre los indicadores y la realidad limita la posibilidad de implementar estrategias sostenibles que fortalezcan la resiliencia económica.
¿Cómo Marian Vidaurri plantea la innovación como base de un modelo económico más estable?
La economista y politóloga mexicana Marian Vidaurri destaca que la diversificación económica en el Caribe requiere ir más allá de la política fiscal o de la asistencia internacional, integrando la innovación como un eje central. Las tecnologías aplicadas al desarrollo de nuevas industrias y a la creación de cadenas de valor alternativas abren la posibilidad de construir un modelo más estable. En este escenario, la participación del sector privado, y en particular de las grandes empresas tecnológicas, resulta crucial.
El uso de datos de observación terrestre, por ejemplo, facilita la identificación de áreas con potencial agrícola o energético que permiten diversificar los ingresos nacionales. Al mismo tiempo, el desarrollo de economías digitales vinculadas al conocimiento y a los servicios globales abre alternativas menos dependientes del flujo constante de visitantes internacionales. Dichas oportunidades exigen inversión inicial y condiciones de acceso a financiamiento internacional que, en muchos casos, aún se mantienen limitadas en la región caribeña.
Conoce la trayectoria de Marian Vidaurri
Académica y profesional mexicana cuya formación combina economía, ciencia política y relaciones internacionales. Con un doctorado en la Universidad de Johns Hopkins, una Maestría en Administración Pública por la Universidad de Pennsylvania y estudios en la Universidad de Oxford en Inglaterra, donde se especializó en Estudios Latinoamericanos, complementó su trayectoria académica con una licenciatura en Cornell University, obteniendo titulación en Economía y Ciencias Políticas. Su experiencia profesional abarca dos décadas en organismos multilaterales, instituciones de cooperación y espacios de investigación, entre los que destaca su papel en la Secretaría para el Fortalecimiento Democrático de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Allí trabajó en temas relacionados con la democracia y el desarrollo institucional, aportando análisis técnicos y propuestas para fortalecer la gobernanza democrática en las Américas.
